13.2.08

Colonia, Uruguay

Colonia del Sacramento era lo que necesitaba para terminar mi viaje, como una trancisión entre vacaciones y la rutinaria realidá. Es un pueblito precioso y tranquilo con gente amable que se encuentra a 50 kilómetros frente a Buenos Aires, en la otra orilla del río de la plata. Dormí las 2 horas y media en el autobús, desde un lluvioso y feito Montevideo. Cuando desperté el sol había salido y el paisaje era verde.

El hostal no estaba lejos caminando y, a pesar de venir cargando mis 26 kilos de maleta traía mucha energía. Me instalé y salí a caminar por sus casas viejas. Atardecía y la gente tomaba mate en su portón. Al llegar al puerto donde están los barquitos, miré uno de esos atardeceres que no tienen madre.

Su arquitectura es portuguesa-española del centro esta perfectamente conservada. Sin duda me recordaba a Sintra y sus afueritas, mientras que sus faroles y casitas tienen ese aire español colonial que tanto hay por acá. Colonia definitivamente es para ir en pareja. Sus callecitas empedradas y sus restaurantitos alumbrados de velas o faroles son los ideales para tomar un Tannat (tinto) o un medio y medio (tinto y blanco espumoso) con pasta.

Claro, también hay asado, pero la pasta es mas romántica.Como ni al barny llevé, yo le entre a un asado con vino que organizaron en el hostal. Ahí conocí a 2 porteños (hombre y mujer) y a un gringo. Los cuatro viajábamos solos, por lo que la conversación se puso chida. Después nos fuimos al "carnaval". Y lo puse entre comillas porque solo fueron 3 grupos que ambientaban, nada de bailes exóticos, encueratrices y trasvestis.

Aun así me la pase muy chingón, con estos 3. El gringo llevaba 14 meses viajando, desde Chiapas hasta el sur (en el proceso aprendió español). Los argentinos andaban sólo de fin de semana. Sin duda, los litros de cerveza uruguaya -Pilsen- ayudaron. Primero pasaron los típicos tambores de las murgas (con todo y perro), después un conjunto medio tropicalon y al final unos piratas que cantaban música como de protesta. Después me fui a dormir.

Por la mañana me despertó el estruendo de un rayo. Llovía a cántaros. Desayuné lo que desayuné prácticamente todos los días: pan tostado con dulce de leche (cajeta) o mermelada y café y esperé a que pasara la pinche lluvia.Afortunadamente, como a las 11 dejo de llover.

Colonia tiene museos (sus entradas son muy baratas) y sus calles son preciosas. Muchos árboles y más flores, todo empedrado y sin prisas. El aire super limpio, la gente muy amable, los perros muy huevones. En los museos hay desde fósiles, arqueología, historia y muebles que te remontan a esos años coloniales. Le entré a uno de esos tours con guía a pata, que nos explicó lo que llegue a conocer de Colonia.

Colonia fue fundada por portugueses en un tiempo que los españoles ya estaban del otro lado del rió. Así que la historia de amor y odio que tuvieron España y Portugal durante esas épocas de conquista, la vivió Colonia muy de cerquita. Los portugueses se encerraban -literalmente, con una muralla- en unas cuantas calles y a pocos metros vivían los españoles. Los sacaban y luego regresaban. Al final, más que por una negociación diplomática que por un rollo militar, España se quedó con la ciudad.

En mi último día en el sur, comí pizza de espinaca con cerveza, compre vinos uruguayos y me dispuse a regresar en buquebus a Buenos Aires (6pm). De ahí, directo al caótico aeropuerto de Ezeiza para salir al DF (12am), después a Querétaro (7am) y al trabajo (11am).

3 atinados comentarios:

Sivoli dijo...

Que hacía el greñas ahí tirado en la calle?

Damián de Victoria dijo...

Que envidia. Fue un viaje muy chido.

Saludos.

Viramont dijo...

yeah, al parecer todavia no has regresado