2.11.07

La libélula de alas de espejo

Resulta difícil concebir una idea más triste que el destino humano. Por eso es que la quiromancia existe. Por eso es que cada vez que se acerca una fecha cabalística, o que una situación que escapa a la lucidez de la época, los humanos tienen que aferrarse a lo que a través de los siglos llamaron milagro.

Así fue llamada aquella libélula de colores brillantes y alas de espejo. Nada podía distraer la atracción que ejercía aquel insecto. Al verle, el espectador sentía que el minutero avanzaba lentamente y los detalles de la vida diaria, como los olores, sabores o gestos, se acrecentaban. Solo lo agradable, claro está. ¡Una nueva era! decían por ahí.

En caravana la empezaron a seguir. Pero lo extraordinario pasó por primera vez en una confitería del centro. Sus delgadas patas se pararon sobre un bollito de crema y ante la mirada absorta de los ahí presentes, comenzó a atacar. Inermes, no atinaron otra cosa más que sucumbir ante su encanto y dejarse picar. Pero cual fue su sorpresa cuando, al supurar la herida inflingida, otra de esas maravillas de colores salía a la luz.

Pero no todos los eran productores y admiradores de tan bello espectáculo. Aquellos cuyo placer les fue negado, llegaron a la deducción que eran del tipo de hombres que no se dejan emborucar, que era una fantasía en la que la tierra terminaría poblada de esos insectos abominables.

Una mañana y sin que nadie supiera porqué, esos pedacitos voladores de felicidad desaparecieron. Y fue cuando se dieron cuenta del triste final. A los negados, la tristeza les hizo cavar su propia cárcava y se suicidaron. Otros se mataron entre sí. Ahora, ¿que haremos solas las mujeres en esta ciudad?

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