Resulta difícil concebir una idea más triste que el destino humano. Por eso es que la quiromancia existe. Por eso es que cada vez que se acerca una fecha cabalística, o que una situación que escapa a la lucidez de la época, los humanos tienen que aferrarse a lo que a través de los siglos llamaron milagro.
Así fue llamada aquella libélula de colores brillantes y alas de espejo. Nada podía distraer la atracción que ejercía aquel insecto. Al verle, el espectador sentía que el minutero avanzaba lentamente y los detalles de la vida diaria, como los olores, sabores o gestos, se acrecentaban. Solo lo agradable, claro está. ¡Una nueva era! decían por ahí.
En caravana la empezaron a seguir. Pero lo extraordinario pasó por primera vez en una confitería del centro. Sus delgadas patas se pararon sobre un bollito de crema y ante la mirada absorta de los ahí presentes, comenzó a atacar. Inermes, no atinaron otra cosa más que sucumbir ante su encanto y dejarse picar. Pero cual fue su sorpresa cuando, al supurar la herida inflingida, otra de esas maravillas de colores salía a la luz.
Pero no todos los eran productores y admiradores de tan bello espectáculo. Aquellos cuyo placer les fue negado, llegaron a la deducción que eran del tipo de hombres que no se dejan emborucar, que era una fantasía en la que la tierra terminaría poblada de esos insectos abominables.
Una mañana y sin que nadie supiera porqué, esos pedacitos voladores de felicidad desaparecieron. Y fue cuando se dieron cuenta del triste final. A los negados, la tristeza les hizo cavar su propia cárcava y se suicidaron. Otros se mataron entre sí. Ahora, ¿que haremos solas las mujeres en esta ciudad?
2.11.07
La libélula de alas de espejo
Archivado en:
cuentos
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 atinados comentarios:
Publicar un comentario