3.6.07

La plaza de los perritos


Cuentan que aparecía a partir de las 11pm, vestida de blanco y pelo despeinado. Dicen que siempre llevaba platos, porque el agua nunca la alcanzaban. Hay quien la vió descalza, pero el brillo en sus ojos nunca faltó.

¿Que tal? Hoy ha hecho mucho calor, como todos los sabados ha habido mucha gente, verdad? pero nadie les acercó un poco de agua... les decía en voz queda.

Nadie le hacía mucho caso, quizá por esa manía que tienen los citadinos de no querer ver, quizá porque no lo necesitaba. El acariciar a esos 4 perros de concreto, el ver -en su locura- que corrian por la plaza, el oir que ladraban por la libertar recién adquirida, hacían que la escapada diaria del hospital de la calle de Madero valiera la pena.

Uno de esos días, decidieron -aun no queda muy bien claro quien- que esa locura auyentaba a los turistas y la enviaron al sanatorio regional.

Dicen que desde ese día, justo a las 11 de la noche, los perros comienzan a aullar.

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